IV Trimestre de 2013 El santuario Lección 4 Lecciones del Santuario
Sábado 19 de octubre
Dios ordenó a Moisés respecto a Israel: “Hacerme han un Santua-
rio, y yo habitaré entre ellos”, y moraba en el Santuario en medio de
su pueblo. Durante todas sus penosas peregrinaciones en el desierto,
estuvo con ellos el símbolo de su presencia. Así Cristo levantó su
tabernáculo en medio de nuestro campamento humano. Hincó su
tienda al lado de la tienda de los hombres, a fin de morar entre noso-
tros y familiarizamos con su vida y carácter divinos. “Aquel Verbo
fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios co-
noce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e
hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de
los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de
gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida
del Salvador en la tierra, vemos a “Dios con nosotros.” (El Deseado de Recursos Escuela Sabática Domingo 20 de octubre: El lugar de su presencia
En cuanto a la construcción del Santuario como morada de Dios,
Moisés recibió instrucciones para hacerlo de acuerdo con el modelo de las cosas que estaban en los cielos. El Señor lo llamó al monte y le
reveló las cosas celestiales; y el tabernáculo, con todo lo pertenecien-
te a él, fue hecho a semejanza de ellas.
Así reveló Dios a Israel, al cual deseaba hacer morada suya, su
glorioso ideal del carácter. El modelo les fue mostrado en el monte,
en ocasión de la promulgación de la ley dada en el Sinaí, y cuando
Dios pasó ante Moisés y dijo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordio-
so y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad”.
Pero por sí mismos, eran impotentes para alcanzar ese ideal. La
revelación del Sinaí solo podía impresionarlos con su necesidad e
impotencia. Otra lección debía enseñar el tabernáculo mediante su
servicio de sacrificios: la lección del perdón del pecado y el poder de
obedecer para vida, a través del Salvador.
Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado
por el tabernáculo: ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro bri-
llante reflejaban en los matices del arco iris las cortinas bordadas con
figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre ardía y
compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de blancura
inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adora-
ción, la gloria del Lugar Santísimo. Dios deseaba que en todo leyese
su pueblo su propósito para con el alma humana. El mismo propósi-
to expresó el apóstol Pablo mucho después, inspirado por el Espíritu
Santo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios
mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
Grandes fueron el privilegio y el honor otorgados a Israel al en-
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cargársele la construcción del Santuario, pero grande fue también su
responsabilidad. Un pueblo que acababa de escapar de la esclavitud
debía erigir en el desierto un edificio de extraordinario esplendor, que requería para su construcción el material más costoso y la mayor
habilidad artística. Parecía una empresa estupenda. Pero Aquel que
había dado el plano del edificio, se comprometía a cooperar con los
constructores (La educación, pp. 35, 36).
Lunes 21 de octubre: “Sed santos”
Dios nos promete: “Sed santos, porque yo soy santo”. La santidad
es el reflejo de la gloria de Dios, pero para reflejar esa gloria debe-
mos cooperar con Dios. El corazón y la mente deben vaciarse de todo
lo que lleva a lo malo. La Palabra de Dios debe ser leída y estudiada
con un sincero deseo de obtener fortaleza espiritual. La Palabra es
pan del cielo, y los que la reciben y la hacen parte de su vida crecen
en la fortaleza que Dios da. Desde la eternidad hemos sido elegidos
para ser santos. En todos los tratos de Dios con nosotros, su propósi-
to es nuestra santificación. “Pues la voluntad de Dios es vuestra san-
tificación” (1 Tesalonicenses 4:3). ¿Será que también es nuestra vo-
luntad concordar nuestros deseos e inclinaciones con la voluntad divina? (Signs of the Times, 30 de marzo, 1904).
La verdadera santidad es integridad en el servicio de Dios. Esta es
la condición de la verdadera vida cristiana. Cristo pide una consa-
gración sin reserva, un servicio indiviso. Pide el corazón, la mente, el
alma, las fuerzas. No debe agradarse al yo. El que vive para sí no es
cristiano (Palabras de vida del gran Maestro, p. 29).
“Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levíti-
La santidad no es arrobamiento: es una entrega completa de la vo-
luntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios; es
hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios en las
pruebas y en la oscuridad tanto como en la luz; es caminar por fe y
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no por vista; es confiar en Dios sin vacilación y descansar en su
Nuestro corazón es malo y no lo podemos cambiar. La educa-
ción, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos
tienen su propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pue-
den producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden
cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe
haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto,
antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad.
Nadie recibe la santidad como derecho de primogenitura, como
obsequio de parte de algún otro ser humano. La santidad es el don
de Dios por medio de Cristo. Los que reciben al Salvador llegan a ser hijos de Dios. Son sus hijos espirituales, nacidos de nuevo, renova-
dos en justicia y verdadera santidad. Sus mentes son cambiadas. Con
visión más clara contemplan las realidades eternas. Son adoptados
en la familia de Dios, y llegan a adquirir su semejanza, transforma-
dos por su Espíritu de gloria en gloria. Después de albergar un amor
supremo por sí mismos, llegan a albergar un amor supremo por Dios
y por Cristo. Aceptar a Cristo como Salvador personal y seguir su
ejemplo de abnegación, he aquí el secreto de la santidad (La maravi-
No es una evidencia concluyente de que un hombre sea cristiano
el que manifieste éxtasis espiritual en circunstancias extraordinarias. La santidad no es arrobamiento: es una entrega completa de la vo-
luntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios; es
hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios en las
pruebas y en la obscuridad tanto como en la luz; es caminar por fe y
no por vista; confiar en Dios sin vacilación y descansar en su amor
(Los hechos de los apóstoles, p. 42).
Martes 22 de octubre: Los objetos del Santuario
Directamente delante del arca, pero separado por la cortina, esta-
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ba el altar de oro del incienso. El fuego que ardía en ese altar había
sido encendido por Dios mismo, y se lo cuidaba reverentemente ali-
mentándolo con tanto incienso, que llenaba el santuario con su hu-mo fragante de día y de noche. Su perfume se extendía por kilóme-
tros a la redonda en torno del tabernáculo. Cuando el sacerdote ofre-
cía el incienso delante del Señor, miraba hacia el propiciatorio. Aun-
que no lo veía, sabía que estaba allí, y cuando el incienso se elevaba
como una nube, la gloria del Señor descendía sobre el propiciatorio y
llenaba el Lugar Santísimo y era visible también en el lugar santo, y
esa gloria a menudo llenaba de tal modo ambos compartimientos,
que el sacerdote se veía impedido de oficiar y obligado a mantenerse
de pie junto a la puerta del tabernáculo (La historia de la redención, p.
El pan de la proposición se conservaba siempre ante la presencia
del Señor como una ofrenda perpetua. De manera que formaba parte
del sacrificio diario, y se llamaba “el pan de la proposición” o el pan
de la presencia, porque estaba siempre ante el rostro del Señor.
(Éxodo 25:30). Era un reconocimiento de que el hombre depende de
Dios tanto para su alimento temporal como para el espiritual, y de
que se lo recibe únicamente en virtud de la mediación de Cristo. En
el desierto Dios había alimentado a Israel con el pan del cielo, y el
pueblo seguía dependiendo de su generosidad, tanto en lo referente
a las bendiciones temporales como a las espirituales. El maná, así
como el pan de la proposición, simbolizaba a Cristo, el pan viviente,
quien está siempre en la presencia de Dios para interceder por noso-tros. El mismo dijo: “Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo”
(Juan 6:48-51). Sobre el pan se ponía incienso. Cuando se cambiaba
cada sábado, para reemplazarlo por pan fresco, el incienso se que-
maba sobre el altar como recordatorio delante de Dios (Patriarcas y
Estos sagrados compartimientos no tenían ventanas que permitie-
ran entrar la luz. El candelabro hecho de puro oro se mantenía en-
cendido de noche y de día, y proporcionaba luz para ambos compar-
timientos. La luz de las lámparas del candelabro se reflejaba en las
tablas recubiertas de oro que se hallaban a ambos lados del edificio,
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como asimismo sobre los muebles sagrados y sobre las cortinas de
hermosos colores con querubines bordados con hilos de oro y plata,
cuyo aspecto era tan glorioso que no se lo puede describir. No hay lengua capaz de expresar la sagrada hermosura, el encanto y la glo-
ria que se veían en esos compartimientos. El oro del Santuario refle-
jaba los diferentes matices de las cortinas, que parecían ostentar los
colores del arco iris (La historia de la redención, pp. 158, 159).
Miércoles 23 de octubre: El centro de actividad divina y comunal
La humildad manifestada por Salomón cuando comenzó a llevar
las cargas del estado, al reconocer delante de Dios: “Yo soy un niño
pequeño” (1 Reyes 3:7, V. M.); su notable amor a Dios, su profunda
reverencia por las cosas divinas, su desconfianza de sí mismo y su
ensalzamiento del Creador infinito, todos estos rasgos de carácter,
tan dignos de emulación, se revelaron durante los servicios relacio-
nados con la terminación del templo, cuando al elevar su oración
dedicatoria lo hizo de rodillas, en la humilde posición de quien ofre-
ce una petición. Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy con-
tra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso.
En lo que dijo durante el servicio de dedicación, Salomón había
procurado eliminar del ánimo de los presentes las supersticiones
relativas al Creador que habían confundido a los paganos. El Dios
del cielo no queda encerrado en templos hechos por manos huma-
nas, como los dioses de los paganos; y sin embargo puede reunirse
con sus hijos por su Espíritu cuando ellos se congregan en la casa
dedicada a su culto (Profetas y reyes, pp. 33, 34).
A causa de los pecados de Israel la calamidad que Dios dijo alcan-
zaría al templo si su pueblo se apartaba de él se cumplió algunos
siglos después de su construcción. Dios prometió a Salomón que si permanecía fiel, y su pueblo obedecía sus mandamientos, ese glorio-
so templo permanecería para siempre en todo su esplendor, como
una evidencia de la prosperidad y las espléndidas bendiciones que
descenderían sobre Israel como resultado de su obediencia (La histo-Recursos Escuela Sabática
Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a
Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establez-
can. Si alguna vez hubo un tiempo cuando todo hogar debería ser
una casa de oración, es ahora. Los padres y las madres deberían ele-
var sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente
por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la
familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la
noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y alaban-
za. Jesús se complace en morar en un hogar tal.
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor
debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y de-
sinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este
principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor
verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración as-
ciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las
bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío
de la mañana (Patriarcas y profetas, p. 140).
Jueves 24 de octubre: “Hasta que entre en el Santuario de Dios”
Muchos procuran hacerse un cielo adquiriendo riquezas y poder.
“Hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería” (Sal-
mo 73:8), pisotean los derechos humanos, y desprecian la autoridad
divina. Podrán los orgullosos ejercer momentáneamente gran poder
y tener éxito en todas sus empresas; pero al fin solo encontrarán de-
silusión y miseria (Patriarcas y profetas, p. 116).
El mundo ha llegado a ser temerario en la transgresión de la ley
de Dios. A causa de la larga clemencia divina, los hombres han piso-
teado su autoridad. Se han fortalecido mutuamente en la opresión y
la crueldad que ejercen contra su herencia, diciendo: “¿Cómo sabe
Dios? ¿Y hay conocimiento en lo alto?” Pero existe una línea que no
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pueden traspasar. Se acerca el tiempo en que llegarán al límite pres-
crito. Aun ahora casi han pasado los límites de la paciencia de Dios,
los límites de su gracia y misericordia. El Señor se interpondrá para defender su propio honor, para librar a su pueblo, y para reprimir
los desmanes de la injusticia (Palabras de vida del gran Maestro, p. 141).
El ánimo del salmista David pasó por muchos cambios. A veces,
cuando se percataba de la voluntad y de los caminos de Dios, sentía
gran euforia; después, cuando captaba una imagen del reverso de la
misericordia y del inmutable amor de Dios, todo le parecía que esta-
ba envuelto en una nube de oscuridad. Pero a través de la oscuridad
obtenía una visión de los atributos de Dios, que le daban confianza y
fortalecían su fe. Pero cuando meditaba en las dificultades y en los
peligros de la vida, le parecían tan difíciles de sobrellevar, que se sentía abandonado de Dios debido a sus pecados. Veía su pecado en
una manera tan clara, que exclamó: “¿Desechará el Señor para siem-
pre, y no volverá más a sernos propicio?”
Pero mientras lloraba y oraba, obtuvo una visión más clara del ca-
rácter y de los atributos de Dios, fue instruido por los agentes celes-
tiales y llegó a la conclusión de que eran exageradas sus ideas de la
severidad de Dios. Rechazó sus impresiones, que atribuyó a su debi-
lidad, ignorancia y enfermedades corporales; consideró que deshon-
raban a Dios y exclamó con fe renovada: “Enfermedad mía es ésta;
traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo”.
Con sumo fervor estudió las formas en que procede Dios, expre-
sadas por Cristo cuando estuvo rodeado por la columna de nube, y
dadas a Moisés para que fueran fielmente repetidas a todo Israel.
Trajo a la memoria lo que Dios había hecho para asegurarse para sí
un pueblo al cual pudiera confiar la verdad sagrada y vital para si-
glos futuros. Dios obró muy maravillosamente para liberar a más de
un millón de personas; y cuando David consideró las señales y pro-
mesas divinas para ellos —sabiendo que eran para todos los que las
necesitaban tanto como para Israel— las apropió para sí, diciendo:
“Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus mara-
villas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus he-
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Su fe se aferró de Dios, y se animó y fortaleció. Aunque reconocía
como misteriosos los caminos de Dios, sabía que eran misericordio-
sos y buenos, pues éste fue el carácter divino tal como se reveló a
Moisés: “Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él procla-
mando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él,
proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo
para la ira, y grande en misericordia y verdad”. Cuando David hizo
suyas esas promesas y esos privilegios, decidió dejar de ser apresu-
rado en sus juicios, y no desanimarse ni abatirse en inútil desespera-
ción. Su alma se reanimó cuando contempló el carácter de Dios tal
como se manifiesta en sus enseñanzas, su paciencia, excelsa grande-
za y misericordia, y vio que a las obras y maravillas de Dios no se debe dar una aplicación restringida (Comentario bíblico adventista, Viernes 25 de octubre: Para estudiar y meditar Patriarcas y profetas, pp. 356-372.Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA http:/ ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http:/ groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es
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